
Siempre que hablamos de la televisión nos referimos a ella como "la caja tonta", expresión totalmente incomprensible desde el punto de vista intelectual de todo aquel consumidor de este medio -esto es, de todos nosotros- dado que, si tan tonta es, ¿por qué la vemos?
No cabe duda de que así se la denomina porque desde el principio de los tiempos se ha concebido como un medio de comunicación destinado al entretenimiento, a la distracción y, por desgracia, se ha dejado de lado el tan necesario rigor periodístico. Por eso mismo es la caja tonta: porque todo lo que nos ofrece nos lo "tragamos", sin reflexionar sobre lo verdadero o lo falso, sobre lo oportuno o lo inoportuno.
Sin embargo, debo confesar que ayer me llevé una
grata sorpresa al encender este maldito aparatejo. Por primera vez en mucho tiempo me encontré con una oferta de gran calidad -debo admitir que no me lo esperaba-: Una
buena película en la noche del domingo en una cadena pública. Ni más ni menos que
Mar Adentro, la espléndida película de Amenábar considerada por muchos como un canto a la libertad -en contra de la opinión de otros tantos que defienden que se trata de las tendencias suicidas de un enfermo terminal-.
Al margen de todas estas apreciaciones, debe felicitarse a TVE al atreverse a proyectar este filme ya que contiene altas dosis de dignidad -en el sentido fílmico, al menos-. No se trata de una de esas bazofias a las que nos tienen acostumbrados en las que sólo se ve violencia, sangre y destrucción. Estamos necesitados de cintas que dejen paso a los sentimientos y a valores tan importantes como la reflexión sobre la vida, la muerte, la dignidad humana y la libertad. Ya era hora de que se nos ofretase algo digno de ver y no esas ridículas películas que no ofrecen nada más que el lucimiento de un individuo en las artes marciales- con todo el respeto para aquel a quien le gusten-.