jueves, 4 de enero de 2007

Repugante


En alguna ocasión me han acusado de criticar mucho el panorama televisivo, pero es que no me queda otra. Máxime cuando se emiten en las televisiones estatales -en los informativos- las escabrosas y repugnantes imágenes de la ejecución de Sadam. Nada más desagradable para el cuerpo.

Nadie niega que Sadam era un elemento de la peor calaña cuyos actos asesinos y condenables no obvio, pero es que con este proceso han quedado en evidencia muchas cosas. Por ejemplo, ¿era necesaria la horca -esa arma de matar milenaria y retrógrada- y, si lo era, era imprescindible para el interés ciudadano -que no para el interés del ciudadano- transmitir la ejecución? No es que lo defienda, pero es que como ser humano al ver las imágenes, la empatía -que no la compasión- se apoderó de mi cuerpo y reflexioné sobre si no hubiera sido más acertado una condena de cadena perpétua para el ex dictador, al que, sin duda, no podían dejarle de pasar factura sus fechorías. Si somos contrarios a la pena de muerte lo debemos ser para todos. Sin embargo, este es otro tema.

Culpa de las cadenas de televisión por emitir los últimos escalofriantes momentos de Sadam. Y así, la polémica está servida. ¿Son éticas las imágenes? En mi opinión, las imágenes duras se pueden emitir, pero es que en este caso es innegable que su valor informativo era nulo. ¿Qué nos aporta ver los últimos momentos y la agonía de nadie, aunque sea el ser más repulsivo de la faz de la tierra?


El debate, sin duda, está abierto entre los periodistas. La ética, ese elemento tan olvidado y denostado al que tan pocas veces concedemos el puesto que se merece, ha hecho de nuevo su aparición en un momento en el que nunca debería haberse marchado. En cualquier caso, los profesionales valoran las informaciones y toman decisiones -se corre el riesgo de acertar o no, pero así es la vida- y debemos aprender de los errores y mejorar. Deberíamos reflexionar sobre las posturas que se han tomado en la dichosa caja tonta y en la prensa escrita en sus portadas y en cuál es la más ética y correcta, no ya desde el punto de vista humano -que también- sino desde el informativo.

miércoles, 3 de enero de 2007

Los Simpson siempre están de moda


Si en el panorama actual -y me atrevería a decir que en los últimos 10 años, aunque en EE.UU lleva casi 20 años en antena- hay una serie que merezca todos mis respetos y unos minutos de estudio es Los Simpson, esa parodia tan acertada de la sociedad americana y, por qué no decirlo, también de la española.

Si algo hay que me sorprende es que, a pesar de que cada día se emiten capítulos repetidos y de que tengo la habilidad de, en tan sólo tres minutos, averiguar de qué capítulo se trata -me los sé todos de memoria-, lo alucinante, repito, es que los sigo viendo. Más aún, me sigo tronchando con las travesuras de Bart y las idioteces de Homer. Y es que, ¿quién no conoce un señor Burns o una sensata Marge? Nada más divertido que poner un Homer en tu vida.

El éxito de la serie reside en que todos nos sentimos identificados con un personaje, con un habitante de este pueblecito que nadie sabe dónde está -Springfield-y su secreto está en que nos atraen sus cada día más extravagantes historias.

Felicito, pues, a los programadores de Antena 3 y los emplazo a que continúen con esta fabulosa serie, aunque me gustaría que no se repitiesen tanto. Ardo en deseos de ver la película que se estrena este año. La cosa promete.