
Después de más de un año sin escribir en este blog que empezamos los masterianos como una promesa de contuidad en el tiempo y que ha acabado en incumplida -entre otras cosas, por falta de tiempo material para ver la caja tonta-, me he decido a comentar un programita que ha llamado poderosamente mi atención estos últimos días. Y es que el asuntillo se las trae.
Con este horario maldito que ahora tengo, que me provoca no en pocas ocasiones un insomnio no deseado, me dedico a ver la televisión hasta altas horas de la madrugada. Pues bien, atenta a las reposiciones de verano típicas de estas fechas, refritos que apestan a repeticiones y bodrios varios, me encontré con un producto que no tiene desperdicio: 'El juego de la verdad'. La verdad verdadera es que no hay por dónde cogerlo. Ni más ni menos.
Para los despistados: se trata de un concurso en el que una persona se enfrenta a una serie de preguntillas sobre su vida a las que tiene que contestar si el enunciado es verdadero o falso. Éstas cada vez son más comprometidas, así que el concursante se puede plantar cuando lo considere oportuno y se lleva el dinerito contante y sonante. En definitiva, lo que viene a ser una dinámica sencilla.
Pues hace unos días me encuentro con un tipo al que le preguntaban si había vendido los favores sexuales de su mujer a cambio de 1.000 euros y el tipo contestó que sí. Y se quedó tan ancho. No sólo eso: afirmó que se lo había ofrecido a compañeros suyos de trabajo y que él había sido infiel a su esposa en incontables ocasiones. Y la susodicha delante, aplaudiendo como una cosaca porque eso significaba que su maridito acababa de ganar más dinero por haber dicho la verdad. ¿Vergonzoso? Me temo que me quedo corta. Más que eso.
Una de dos: o se trata de actores a los que pagan por ir a interpretar esta comedia que casi se convierte en sátira, o los que van al concurso son imbéciles integrales sin dos dedos de frente que deciden echar por la borda toda su vida, perder todas sus amistades y la vida familiar por un puñado de asquerosos euros que no van a ningún sitio. Y es que se venden muy barato -no suelen lograr embolsarse más de 3.00 euros, y eso sin contar lo que se lleva Hacienda-.
En fin, si a ellos les compensa... Yo me inclino a favor de la posibilidad de que se trate de actores, ya que es muy sospechoso que les hagan justo esas preguntas tan concretas. Antes, ellos se lo habrán tenido que contar a los del programa. ¿Y por qué hacer público algo que no quieres que se sepa? Sospechoso, ¿no?
Lo dicho, inmundicia pura y dura. Lo peor es que haya profesionales que se jactan de serlo y se presten a presentar este tipo de espectáculos. Increíble, o, como dirían los pijeras, incredible.